La mediación es un proceso de negociación en el que las partes involucradas en un conflicto buscan resolver sus diferencias de manera directa, con la asistencia de una persona mediadora imparcial. Esta figura no tiene poder decisorio y se enfoca en facilitar la comunicación, actuando como un guía durante las sesiones. La mediadora recoge inquietudes, interpreta emociones y aclara posiciones, todo con el objetivo de ayudar a las partes a encontrar una solución satisfactoria para ambas. Si no se logra un acuerdo completo, el proceso puede limitar el conflicto, dejando abierta la opción de acudir a los tribunales si es necesario.

Una característica fundamental de la mediación es su naturaleza voluntaria. Ninguna de las partes está obligada a permanecer en el procedimiento ni a alcanzar un acuerdo. Esto otorga a las partes la libertad de abandonar el proceso en cualquier momento si así lo desean. Sin embargo, si la mediación resulta exitosa, el acuerdo alcanzado es elaborado por las propias partes, quienes mantienen el control total del resultado. Este aspecto resalta el enfoque colaborativo de la mediación, donde las partes son las protagonistas en la búsqueda de soluciones.

Además, la mediación ofrece una alternativa menos formal y más accesible que los procedimientos judiciales. Al evitar el litigio, las partes pueden reducir el desgaste emocional y económico que conlleva un juicio. Este enfoque no solo favorece la resolución de conflictos de manera más ágil, sino que también promueve un ambiente de respeto y comprensión, permitiendo que las partes se escuchen mutuamente y consideren las necesidades del otro.

Si, al finalizar el proceso de mediación, las partes deciden desistir de continuar, y el conflicto persiste, su única opción será recurrir al sistema judicial. Sin embargo, la mediación busca fomentar un cambio positivo en la relación entre las partes, lo que puede facilitar una convivencia futura más armoniosa, incluso si no se logra un acuerdo definitivo durante el proceso.